15 de marzo de 2017

Dignificar la Vida



"Presiento que nuestra gran misión es dignificar la vida". Elie Cohen Gewere.   La Contra de La Vanguardia.

Elie Cohen Gewere, doctor en Filosofia, investiga el tiempo libre.

Cumplo 70 años, una conquista. Me crié en Francia y vivo en Israel. Casado, dos hijos y dos nietos. Soy catedrático de Filosofía en Beit Kerl College, Jerusalén. La política debería garan­tizar las herramientas para que todos pudieran desarrollarse. Estamos aquí para aprender

Dueño de su tiempo.

Parece ser dueño de sí mismo y de su tiempo. Jovial, profundo y sin prisa. Es catedrático de Educación y la bestia negra de los congresos internacionales de ocio porque afirma que sus paquetes de entreteni­miento son nocivos, so­bre todo para los niños. 'La esencia de la educa­ción tendría que ser crear momentos de in­movilismo, no de alta velocidad. Has de saber lo que es esencial y lo que no para no ser lleva­do el resto de tus días por las circunstancias". Ha pasado por Barcelo­na para abrir el ciclo de conferencias gratuitas que conmemoran los 20 años de la Fundación Logosófica de Barcelona (www.logosofia.org.es). Su tema: el valor del tiempo individual

Cuarenta años investigando la libertad.
Si, cómo el ser humano se enfrenta a ella, lo que me ha lle­vado a investigar el tiempo libre, porque son momentos específicos en los que nos encontramos fren­te a esa libertad personal.

¿Alguna conclusión?
No tenemos las herramientas para enfrenarnos a nuestra propia libertad, lo que nos lleva al escapismo y al hedonismo­

¿Cuáles son esas herramientas?
Distinguir entre la personalidad -la imagen que uno trata de producir en los demás- y la individualidad, el ser interno

¿Pero la personalidad no es el reflejo del ser interno?
Casi nunca. Hicimos una investigación y ob­servamos que, en general, la vida de cada cual es el resultado de las circunstancias y no de decisiones propias. Los jóvenes bus­can abrir horizontes; en la madurez nuestro mundo se va reduciendo a un pequeño rin­cón en el que nos sentimos seguros.

Entonces, somos hijos del azar.
Para ser fruto de la búsqueda de quién qui­siera ser hay que analizar las experiencias, ver qué he comprendido de ellas y aplicar lo comprendido para verificar si es válido.

¿Razón sobre emoción?
Una razón que analiza la emoción sin desco­nectarse de ella. Las experiencias que conse­guí comprender dejan de pertenecer al pasa­do, son herramientas útiles en el presente y me permiten vivir hoy con más serenidad y con cierto desprendimiento que, paradójica­mente, me hace estar más cerca de la vida.

¿Y ya no mandan las circunstancias?
Desprendimiento significa que las circuns­tancias ya no me agobian, sino que me invitan a ver cómo me ubico y en qué medida lo que he comprendido vale o no vale.

Volvamos al tiempo libre.
En ese espacio uno no tiene excusas, es su tiempo, pero la industria del ocio llena con soluciones prefabricadas ese vacío, y la om­nipresente publicidad te invita a alimentar la imagen, la personalidad.

¿Qué propone?
Desde la infancia creemos que nuestra exis­tencia depende de la mirada de los demás. El tiempo libre es una segunda oportunidad porque nos permite no estar prisioneros de esa mirada ajena e insistir en nuestra propia mirada enfrentándonos al vacío interno.

Al… y ahora, ¿qué hago?
Ahí te encuentras con la libertad, durante siglos algo teórico. Una niña de diez años hoy toma mil veces más decisiones que las que tomó su abuelo de cien en toda su vida.

¿Qué podemos hacer para que sean las decisiones correctas?
Emprender el proceso de decisión conscien­te y tratar de conectarse con el tiempo per­manente, con esas cosas esenciales de la vi­da que están siempre ahí y de las que ya ha­blaban los primeros filósofos.

¿De dónde venimos y adónde vamos?
Sí, y eso no es algo físico, es el conjunto de conceptos del que venimos y el conjunto de conceptos al que estamos intentando llegar. La felicidad o la desgracia de dos personas en una misma situación dependerá del con­junto de conceptos de cada uno.

La botella medio llena o medio vacía.
La visión de la vida nos la dan nuestros con­ceptos, que nos ayudan a interpretar lo que vemos. Cuanto uno más ajuste esos concep­tos y más al fondo vaya en cada circunstancia, más sentido hallará en la vida.

Entiendo.
Las presiones en las que vivimos nos man­tienen en la superficie de la vida. Tomarse el lujo de profundizar, no ir a la cantidad, sino a la calidad de la vida y de las cosas es algo por conquistar.

¿Profundizar a través del pensamiento o de la acción?
De ambos. Hay que tratar de firmar la paz entre el sentir y el pensar, porque el sentir es rápido y el pensar (que debe elaborar lo sentido), lento. El sentimiento más el razo­namiento nos lleva a la conciencia.

Fin de semana lluvioso
Trate de tener una actitud de la que apren­der. Si está enrabiada en la cola del super­mercado con la lenta de la cajera, trate de verla como persona y no como una prolon­gación de la caja, como un instrumento.

Eso que ha dicho es importante.
Hay que transformar eso que estoy vivien­do en una experiencia de observación. Sen­tir cada momento de la vida y cada persona como un todo y no como un instrumento. Ese esfuerzo es un enriquecimiento que a mí me trae mucha felicidad, así que al final acaba convirtiéndose en natural.

En cada momento se puede ir a la esencia, y ahí estamos en otra dimensión de la vida. Presiento que nuestra gran misión es digni­ficar la vida, que el hombre sea digno de ser humano. Saber que hoy somos un poco me­jores que ayer porque hemos llenado de al­go más de consistencia nuestros conceptos y actos da mucha satisfacción.

Pero esa conciencia va y viene.
El gran logro es estar sereno en medio de la agitación. Tenemos que saber vivir en el mundo interno.

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